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sábado, 7 de septiembre de 2013

NUESTRA FAMILIA…NUESTRA TAREA


Es la más difícil, y la que más pasamos por alto, creyendo que tenemos que llegar a descubrir la gran “misión” de nuestra vida. Sin embargo, nunca se nos revelará una misión de gran envergadura, si no trascendemos el campo de aprendizaje cotidiano, del cual la familia es el sector más importante.

La familia, es el espejo que nos recuerda lo que aún tenemos por trabajar…por eso nunca elegimos a nuestros amados entre los que concordamos a la perfección humanamente, sino lo contrario, pues ¿dónde estaría la tarea entonces? Y aquí, a la dualidad, vinimos en tarea. No siempre en misión.

El mayor escollo que enfrentamos en la familia es la incomunicación. Hoy y siempre…y cuanto más aparatitos diszfrazados de comunicación introducimos en nuestra vida, más se dificulta la comunicación real.

Estar comunicados es poder transmitir y mostrar a los demás lo que somos, tanto lo luminoso, como lo más sombrío. Significa estar abiertos para poder aceptar del otro, asimismo, hasta su sombra…y desde esa apertura poder amarse, respetarse y comprenderse. Sea una pareja, un hijo, un padre o madre, un hermano. No se trata de una afinidad o falta de afinidad de las personalidades, sino de una comunicación que para ser realmente efectiva, tiene que lograrse a nivel de las almas de cada quien, y no es muy fácil, ya que seguramente cada miembro de la familia está en distintas etapas del proceso evolutivo. Pero podemos lograrlo.

Hay muchos factores que nos hacen permanecer incomunicados. Uno de ellos, el principal, sino el único, es el ego. Que no es ni bueno ni malo. Es una parte nuestra, una vestimenta que tenemos que ponernos para individualmente experimentar la dualidad: un instrumento…por eso, lo inadecuado es que el instrumento sea el que maneje las situaciones. Tenemos que quitarle de ese papel, y estar siempre al mando o al menos el mayor tiempo posible, para que el ego, que se alimenta de conflictos no haga de nuestro entorno familiar un campo de batalla.

El ego nunca querrá ser el que pida perdón, ni el que reconozca una falta o un mérito en el otro. Porque ama los juegos de poder, y no se interesa en validar a los demás, en considerar ni ser amoroso, como es necesario en toda relación. Por eso, ser conscientes del lugar que tenemos que darle nos evitará mucho sufrimiento. El cultivo de la humildad, la atención y la apertura del corazón son cosas que tenemos que considerar y comenzar a acceder, si queremos armonía familiar. Acceder a ellos antes de que, montados en la soberbia, llenemos nuestras vidas y las de nuestros amados de amargura, resentimiento, culpa y dolor emocional.

No tenemos que luchar con nuestro ego, sino espiritualizarlo. Para ello, un estado de consciencia cada día más alerta lo pondrá al servicio del alma, y podremos contarlo como aliado, y seguir la guía del Espíritu, no de la personalidad cambiante y caprichosa.

Otro factor que tenemos que considerar es la victimización. Creernos que siempre somos víctimas de los otros, y tendemos a culparlos por nuestras frustraciones, en lugar de tomar 100% de responsabilidad sobre nosotros mismos. Esto no quiere decir dejarnos victimizar por los demás, sino asumir nuestra parte en la relación.

Es imprescindible practicar la empatía, es decir, ponernos en el lugar del otro. Tratar de comprender como se siente en su rol en determinada situación, y abrazarle en amor, percibiendo realmente su posición interna y externa. La compasión emana simplemente y a raudales, cuando así lo hacemos, lo que no siempre significa justificar un comportamiento torcido, sino simplemente, comprenderlo y acompañar respetuosamente ese proceso. Todos compartimos en realidad los mismos dolores y recibimos heridas similares, por lo que no es tan difícil hacer ese acompañamiento amoroso.

El maestro Thich Nhat Hanh asevera con razón que gran parte de los problemas en todas las relaciones surgen de no escuchar al otro. Escucharle de verdad, no estar pensando ya en responder sin haber concedido al otro el tiempo y la atención necesarios. Si atendemos: sentimos. Si la mente está pensando una respuesta o reacción, nos perdemos ese hilo dorado de comunicación que nos hermana y nos hace Uno.

Existen muchos otros factores que tendremos que examinar y desterrar. Por ejemplo, no aceptar al otro como es y estar constantemente tratando de cambiarle, sea hijo, padre, hermano o pareja…y de allí derivar en juicios, en comparaciones con lo que creemos que debe ser. Todos somos portadores de distintos aspectos de la verdad, y cada aspecto tiene que respetarse al menos y dejar que cada quien experimente con la Verdad. La humildad de nuevo es parte de éste juego, y con ella, podemos sortear éstos escollos.

No desperdiciemos el campo inmenso de experimentación, aprendizaje y co-creación de energías luminosas que es la familia. En un planeta como éste de segundo rayo, o sea el rayo del Amor incondicional…¿qué creen que venimos a aprender, experienciar y expandir sino ese Amor Incondicional? El tiempo de cada encarnación es tan corto como para derrocharlo en otra cosa que no sea el aprendizaje consciente de ese principio…y ¿dónde lo haremos sino en el día a día y con los seres más cercanos? Ellos son la familia que elegimos para dar este salto de Amor que necesitamos y sin ellos…no hay aprendizaje ni graduación.

Aprender a pasar por alto una palabra, una actitud, una falta que es, ante lo esencial, una migaja, y solemos ponerla bajo una lupa y convertirla en enorme motivo de peleas y derroche de energía que nos desgastan y desgasta a los otros.

Qué desperdicio!!!

Pesemos cómo actuaríamos con el otro si supiéramos que es su último minuto en nuestras vidas. Y actuemos en concordancia con ello.

Consideremos también el acuerdo amoroso que como almas hicimos unas con otras para desempeñar esos roles, para recobrar el recuerdo de ese amor esencial que somos, y que dejamos colgado en un perchero tantas veces, cuando entramos a nuestros hogares a contender por los derechos y deberes de cada quien, en lugar de dejar colgado allí al ego, y ponernos la túnica de la incondicionalidad, la paz, la serena atención, la comprensión, la humildad, la tolerancia, el respeto, la LUZ…que mengua cada vez que la sombra de un conflicto se agranda en complicidad con esa desatención y somnolencia esencial que nos hace permanecer dormidos ante lo que nos llama desde lo más profundo, tocándonos las alas para decirnos…RECUÉRDATE…RECUERDATE UNO CON TODO LO QUE ES.

RECUERDATE UNO CON TU SER CERCANO, CON TUS VECINOS, CON TUS EMPLEADORES O EMPLEADOS, CON EL ARBOL, CON EL HERMANO ANIMAL, CON EL ANGEL, CON LA SOMBRA…

RECUÉRDATE UNO, Y VIVE EN PAZ!!!

LES INVITO A REFLEXIONAR Y A RECORDARSE EN SUS HIJOS, MADRES, PADRES, PAREJAS, HERMANOS…

LES ABRAZO EN EL UNO!

Tahíta

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